En los últimos años se ha podido apreciar un cambio significativo en la forma de enseñar lenguas en el aula. Quizás incluso la palabra "enseñar" no sea la más correcta en este caso, pues como explica Cantero Serena en El arte de no enseñar lengua, la lengua no hay que enseñarla, hay que hacerla. De este modo, hemos pasado de un modelo basado en explicaciones gramaticales por parte del profesor y posterior trabajo del alumno, a un modelo en el que la gramática se explica de una forma inductiva, centrada en los usos, y se promueve especialmente la comunicación entre los alumnos. Sin embargo, a pesar de estos cambios, aún queda un largo camino por recorrer para que la enseñanza de lenguas logre adaptarse a las necesidades e intereses del alumno y la sociedad.
Por tanto, ¿Qué necesita un profesor para avanzar, adaptarse e innovar? Según la definición de la RAE, innovar consiste en "mudar o alterar algo, introduciendo novedades" sin embargo, esta definición se queda corta cuando hablamos del mundo de la docencia. En mi opinión, un profesor innovador no es simplemente aquel que sabe manejar las nuevas tecnologías o introduce cambios en su enseñanza, pues innovar implica mejorar algo y no cualquier cambio representa una mejora. De esta forma, un profesor innovador es aquel que analiza las circunstancias del aula, las necesidades e intereses del alumno y utiliza sus conocimientos y recursos para satisfacer estas necesidades llevando a cabo un aprendizaje significativo y estimulando la motivación de su alumnado.
Por otra parte, ser un profesor innovador requiere de una formación constante, es decir, mantenerse al tanto en todo momento de nuevas metodologías, recursos, técnicas, actividades o cualquier tipo de aspecto que se pueda llevar al aula para fomentar el aprendizaje de los alumnos.
Otro aspecto importante de la innovación recae en el contacto con la comunidad educativa, pues el trabajo colaborativo entre profesores es un aspecto esencial para la innovación. Actualmente el profesorado tiende al individualismo, a refugiarse en su propia aula, realizar su trabajo y volver a casa, sin intervención de ningún otro miembro del claustro. De esta forma, se pierde una parte muy importante como es la evaluación o feedback, pues si buscamos mejorar como docentes, es necesaria una figura que nos examine y nos ayude a mejorar. Además, se debería abandonar la visión parcelada de la educación y fomentar la colaboración entre distintas asignaturas, lo que sería mucho más provechoso para el aprendizaje del alumno. Para ello, se pueden desarrollar distintos proyectos de innovación en el que se implique a la comunidad.
En conclusión, un profesor innovador es aquel que se adapta a las circunstancias, que analiza su contexto y la situación en el aula y que pone todos sus conocimientos en satisfacer las necesidades educativas del alumnado aplicando los métodos más adecuados para ello. Bien es cierto que son numerosos los obstáculos que un profesor puede encontrar a la hora de innovar, pero, por el bien de la educación de nuestros alumnos, es necesario superarlos y progresar.
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